Me acuerdo que cuando tenía 5 ó 6 años empezé las clases de ballet. Iba a clases de ballet con mi mejor amiga después del colegio y después de haber tomado la merienda. Las clases se daban en un castillo que estaba medio abandonado. Recuerdo que mi mejor amiga y yo pensábamos que era un palacio, y no un palacio cualquiera, el palacio de la Bella Durmiente. Nos encantaba ir a bailar, nos convertíamos en princesas.
El día del espectáculo de fin de año estábamos muy estresadas. Pero las mayores nos tranquilizaron, nos ayudaron a prepararnos para cuando nos toque bailar. Con Lucía y yo empezamos a ir de jefas, a mandar a las que iban a las mismas clases que nosotras, para copiar a las mayores. Cuando empezó el espectáculo Lucía seguía dando órdenes. Teníamos que hacer diagonales en las que nos cruzábamos. Ella tuvo que ir, dió un último orden a una chica y salió para hacer su diagonal. No vió a su compañera de diagonal y se chocó con ella delante de todo el mundo: de los padres, de la profesora y de las alumnas. Se cayeron las dos al suelo mientras nos reíamos. Se levantaron y siguieron con la diagonal como si no hubiera pasado nada... Ya eran grandes bailarinas!
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